“Pero no se confunda –advierte–, el problema para la lengua no son los medios de comunicación, como muchos podrían pensar; el problema está en la educación y hace varios años que el sistema no funciona”.
Doctor en Letras, lingüista, profesor e investigador universitario, presidente de la Academia Argentina de Letras y miembro correspondiente de la Real Academia Española, Barcia es antes que nada un buceador inclasificable de la cultura argentina. De esa cultura que tiene su punto de partida, acaso más que su fin, en el habla cotidiana, en la palabra dicha.
–Si el sistema educativo falla a la hora de la enseñanza del lenguaje, ¿dónde aprendemos a hablar?
–Si pensamos en programas como los de (Marcelo) Tinelli o los que se ocupan de los chimentos de la farándula, podría ser cierto, porque no aportan nada. Sin embargo, en los programas periodísticos, por ejemplo, se producen conversaciones de nivel culto.
–¿También en los de periodismo deportivo?
–Bueno, nuestro periodismo deportivo fue el mejor de Hispanoamérica desde el punto de vista lingüístico, pero hoy vemos que ha cambiado bastante. Eso es algo para lamentar.
–¿Cómo juzga el lenguaje de los diarios?
–Los diarios en general tienen un buen nivel de expresión escrita.
–¿Y la radio?
–La norma general indica que cuando un hablante maneja bien el sistema de la lengua en lo oral y en lo escrito, puede chatear omitiendo lo que quiera y alterando lo que le parezca sin problemas, siempre que del otro lado lo entiendan, porque cuando tenga que escribir bien, sabrá hacerlo. El problema es un pibe, discapacitado verbal por falta de educación, al usar abreviaturas, omisión de mayúsculas, falta de concordancias, por ejemplo, lo que hace es ratificar su limitación. Cada tribu electrónica tiene sus abreviaturas, por lo que no hay abreviaturas generales, sólo parciales. Es decir que no hay una lengua “del chat”, “del celular” o “del tuit”. Es la lengua “en el chat”, “en el celular”, “en el tuit”, que se puede deformar más o menos respecto de la norma culta. Por estas vías no habrá cambios en la lengua, porque se trata de cuestiones individuales que no están generalizadas.
–Entonces, ¿cuáles son los factores que más influyen en el cambio de la lengua?
–Sin lugar a dudas los usos y costumbres, pero hablamos de usos afirmados en la gente de nivel culto, a quienes se toma como referencia.
–¿Cómo se determina ese nivel culto?
–Es la gente de una formación media superior, escritores o periodistas de calidad. Las academias, en general, atienden al uso calificado y lo toman como referencia. Por ejemplo, la norma culta argentina adoptó el voseo y el ustedeo. Cuando usted escriba esta nota no utilizará el “tú” ni el “vosotros”, seguramente apelará al “ustedes” y al “vos”. El voseo, que entre nosotros se consideró alguna vez una forma descalificativa y vulgar, fue utilizado por Borges, por ejemplo, entre otros escritores. Llevamos a tal nivel esta elección que, cuando la Comisión de Liturgia de la Iglesia me consulta por carta acerca de cómo hacer con el misal diario, no tuve duda en recomendarles que usaran “ustedes” en lugar de “vosotros”. La gente culta de nuestro país habla de una manera y eso para nosotros es ley.
Tan verborrágico como preciso en su exposición, Barcia es de los que prefiere desacralizar las cuestiones del lenguaje, al que, sin embargo, no duda en definir como uno de los más poderosos calificadores sociales.
La ortografía razonada. “La ortografía tiene un poder muy grande –asegura–, porque tanto se machaca en la enseñanza respecto de la corrección para escribir, que su mal uso es una forma de descrédito social. Podés perder un trabajo si en tu currículum hay una falta de ortografía”.
La reflexión viene a cuento a partir de Ortografía de la Lengua Española, el manual que recientemente presentó la Real Academia Española. Se trata de un volumen de más de 800 páginas, en el que se exponen los buenos modos para la escritura, con los cambios dispuestos por las 22 academias de la Lengua de América, Filipinas y España, reunidas en Guadalajara en noviembre último.
“Es algo así como una ortografía razonada –explica Barcia–, en la que cada nueva ley, cada nueva afirmación, viene acompañada de los fundamentos y explicaciones correspondientes para que el lector sepa a qué responde. Está escrito en un estilo muy llano y sin tecnicismos. De hecho, si aparece alguno, se lo explica para que se lo pueda comprender sin dificultad”.
“La oralidad se impone a la escritura, por eso las palabras con doble vocal serán simplificadas. Por ejemplo: ‘contraalmirante”, será ‘contralmirante’ y ‘reelección’ será ‘relección’”, explica Barcia.
“Así en todos los países de habla hispana; excepto en Córdoba, claro, porque a ustedes les encanta alargar las vocales”. Enseguida deja lugar a una sonrisa amplia que busca la complicidad del cronista.
Encontrar quien rinda homenaje con buen humor a la tonada cordobesa es frecuente; con la ortografía sucede mucho menos.
“La regla tiene excepciones en los casos en que se confunda el significado, por ejemplo, ‘antiilegal’. Si le saco una i queda ‘antilegal’, es decir lo contrario de lo que quería decir”, precisa Barcia, esta vez dentro de la formalidad de su investidura.
–Los anticipos de este diccionario, por ejemplo, la supresión de los grafemas ch y ll, causaron algún revuelo en la opinión pública...
–Es muy interesante lo que ocurrió a partir de la precipitada información por parte de la Real Academia Española respecto de las novedades en la ortografía. Creo que fue beneficioso para que algo tan ingenuo, casi una Cenicienta de la gramática, como la ortografía, fuera puesta en los medios al lado de las noticias importantes. Eso nos dio la posibilidad de articularnos con los medios para mejorar esa información.
–¿La ortografía es importante porque sale en los diarios?
–Uno es la gramática, que el año pasado tuvo un volumen monstruoso de cinco mil páginas, con distintas reducciones para usos más básicos. Ese fue un trabajo interesante, porque, por primera vez, todas las academias elaboraron una gramática en conjunto, sin el dictamen de la Real Academia Española. El otro canon es el diccionario, que hasta ahora fue Diccionario de la Real Academia Española, pero que a partir de 2013 será obra colectiva de las academias de América, Filipinas y España. La política panhispánica de la Real Academia Española advirtió que de 10 hispanohablantes, nueve son hispanoamericanos, por lo que ya no es posible pensar que la referencia de la lengua pasa por Madrid.
–¿No existirá más el temible diccionario de la RAE?
–Más que con la ortografía esto tendría que ver con el modo de nombrar las letras.
–Tal vez en Hispanoamérica, donde no tenemos diferenciación fonética. Pero en España, la v o la b son una indicación visual útil para la buena pronunciación.
–También acá nos evitamos el problema de diferenciar la zeta de la ese...
–La zeta tuvo cuatro nombres en España: ceda, zeda, ceta y zeta. Ahora se adoptó únicamente zeta.
–Respecto a los acentos, ¿cuáles fueron los cambios?
–Se discutió mucho sobre los acentos y se llegó al acuerdo de no colocar el tilde del acento a “solo” cuando reemplaza a solamente, es decir, en función de adverbio, porque ya como adjetivo no lleva acento. La indicación es que no deberían acentuarse, pero si al usuario le parece que podría haber ambigüedad de significados, puede acentuarlo. Lo mismo sucede con los pronombres demostrativos “este” y “esta” y en monosílabos con diptongo como “guion”, “sion” y “truhan”. Por otro lado, a la expresión “ex”, se la estimaba como una preposición, en cambio es un prefijo; como “pro”, por eso tiene que ir pegado a la palabra principal que modifica. Entonces “Ex presidente” debería ser “expresidente”.
–¿Existen estimaciones de cuánto tiempo llevará asimilar estos cambios?
–Se puede castellanizar un término cuando en nuestra lengua no hay una palabra equivalente en su sentido. Si usted tiene el término “auspiciantes”, ¿para qué va a usar sponsor o su españolización “espónsor”? Es distinto el caso de scanner , por ejemplo, que se puede adaptar: escáner y el verbo escanear. Yo estoy proponiendo el término “tuitear”, respecto al uso del Twitter; fonéticamente está bien y es económico. Le digo un caso ridículo: los españoles quisieron adaptar “whisky” y llamarlo “güisqui” ¿Qué pasó? Aparecieron los chistes que decían que no era lo mismo tomar un “whisky” que un “güisqui”.
–¿Es “fútbol” o “balompié”?
–Nosotros adoptamos “fútbol” y los españoles lo llaman “balompié”, del mismo modo que nosotros adoptamos “mouse” para nombrar el adminículo que nos permite manejar la computadora y ellos lo traducen “ratón”.
–Pero podríamos escribir “maus”...
–Creo que ese término no sería fácilmente aceptado, porque en castellano son pocas las palabras que terminan en “us”. Fíjese que el uso ha transformado “eucaliptus” en “eucalipto” y “tifus” en “tifo”.
–¿Los latinismos también se castellanizan?
–Sí, votamos para que se haga así. Sobre todo porque había casos de hibridación, como “quórum”, que en el diccionario de la Real Academia figuraba con q y con acento. Ahora se escribe “cuórum”.
–Otro caso es el uso de la q.
–¿Existe tradición al respecto?
–No. Tal vez, porque en el imaginario popular los académicos son unos tipos que aparecen censurando y señalando con el dedo los errores ajenos sin moverse demasiado de sus lugares. Los académicos suelen descalificar a los medios, pero yo soy distinto: veo mucha televisión, me meto continuamente en Internet, manejo mi correo electrónico, mi Twitter. Soy un inmigrante digital, algo que no es habitual.
–¿Cómo se consideran los regionalismos dentro de la norma culta que usted citaba anteriormente?
–Tenemos respeto por los regionalismos. De todas maneras, el número de coincidencias es muy pero muy superior al de los matices regionales. A medida que baja en el nivel social, aumentan las diferencias del lenguaje y se pierde unidad. Por ejemplo, para la palabra “pene” existen más de 20 acepciones, pero si en un nivel superior usted dice “ganso”, es posible que no lo entiendan en todos lados como si dijese “pene”.
–¿De qué manera se respetan los regionalismos?
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