Por: Nora Sánchez
VIAJE DE LA TIERRA AL CIELO. La gente y las rayuelas, el sábado a la tarde, en 9 de Julio entre Mitre y Perón, en pleno centro porteño.
Las contraseñas para ingresar al camino hacia el cielo fueron el nombre de Julio Cortázar escrito en una hoja, alguno de sus libros o un fragmento de alguno de sus cuentos. Y ese cielo, gracias al hechizo de la imaginación colectiva, estuvo ubicado en la avenida 9 de Julio y Bartolomé Mitre, en pleno centro porteño. Ocurrió ayer en Rayuelarte, un gran juego de rayuela creado por Marta Minujín para cerrar el programa de homenaje a Cortázar del Ministerio de Cultura porteño, a 25 años de la muerte del escritor.
La tierra estaba en la calle Perón, donde se iniciaban varias filas de coloridas rayuelas diseñadas por Minujín. En total, había 120. Los participantes, de doce a la vez, empezaban en la tierra de la primera de las rayuelas, arrojando una piedra mágica de telgopor fluorescente hacia el cielo. Si la piedra caía en un número, iban saltando por los cuadros hasta levantar la piedra. Los que erraban, se caían o pisaban fuera de los límites del dibujo, quedaban descalificados. Pero los que llegaban al cielo, podían seguir jugando por el resto de las rayuelas de la fila, hasta llegar al cielo de la última. El primero fue Santiago del Carril, de 8 años, que exhibió como contraseña un papel con el nombre de Cortázar: "Ya sabía jugar, fue fácil", dijo y se quedó con la piedra mágica autografiada por Minujín. Diana Altavilla, de 52 años, fue otras de las vecinas que participó. Mostró como contraseña una ejemplar de Rayuela que atesora desde los 23 años: "Admiro mucho a Cortázar y también a Minujín, por su irreverencia y porque se permite ser feliz con cosas pequeñas como las de hoy", le dijo a Clarín.
De fondo sonaban los acordes de más de 60 saxofonistas, con notas de Charlie Parker, las mismas que inspiraron a Cortázar en su cuento "El perseguidor".La tierra estaba en la calle Perón, donde se iniciaban varias filas de coloridas rayuelas diseñadas por Minujín. En total, había 120. Los participantes, de doce a la vez, empezaban en la tierra de la primera de las rayuelas, arrojando una piedra mágica de telgopor fluorescente hacia el cielo. Si la piedra caía en un número, iban saltando por los cuadros hasta levantar la piedra. Los que erraban, se caían o pisaban fuera de los límites del dibujo, quedaban descalificados. Pero los que llegaban al cielo, podían seguir jugando por el resto de las rayuelas de la fila, hasta llegar al cielo de la última. El primero fue Santiago del Carril, de 8 años, que exhibió como contraseña un papel con el nombre de Cortázar: "Ya sabía jugar, fue fácil", dijo y se quedó con la piedra mágica autografiada por Minujín. Diana Altavilla, de 52 años, fue otras de las vecinas que participó. Mostró como contraseña una ejemplar de Rayuela que atesora desde los 23 años: "Admiro mucho a Cortázar y también a Minujín, por su irreverencia y porque se permite ser feliz con cosas pequeñas como las de hoy", le dijo a Clarín.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario