jueves, enero 20

"Todos tratan de entretener al lector"

Es uno de los escritores argentinos más originales. Cree que una buena literatura tiene que proponerse traducir su visión del mundo en términos de matización de la realidad, no de blanco y negro. Aquí habla de su obra, de Bolaño, Walsh y Chávez.
Por Marcelo Gioffré
Para LA GACETA - Nueva York (EE.UU.)

Conversando sobre literatura argentina, Martín Kohan me indicó, como uno de sus autores predilectos, a Sergio Chejfec. Beatriz Sarlo ya había dicho de él: "hice mis apuestas sobre su sorprendente y a veces inexplicable originalidad". De manera que abordé sus libros con el entusiasmo que correspondía a recomendaciones tan estimulantes. No se trata de un escritor complaciente con el lector, pero para quien disfruta del lenguaje los textos de Chejfec son una fiesta. Nos citamos mediante un intercambio de e-mails y el encuentro se produjo en el bar de un hotel del Soho, en Nueva York, una mañana muy fría. Entró con abrigos y gorrito de lana calzado a su cabeza. Lo reconocí en el acto, pese a las sucesivas capas textiles que funcionaban como Troyas térmicas superpuestas: después de todo, para mí no era una verdadera cita a ciegas, pues las fotos de solapa de sus libros operaban como tranquilizadoras contraseñas.

- ¿Cuánto hace que vivís en Nueva York?
- Aquí estoy desde el 2005. Me fui de la Argentina a mediados de 1990, estuve en Venezuela y en el 2005 vine a Estados Unidos; primero pasé medio año en Nueva Jersey y después vine a Nueva York.

- ¿Por qué elegiste Nueva York?
- Me hubiera gustado elegir Nueva York, pero no la elegí: por una serie de cuestiones entre laborales y familiares, terminamos viviendo aquí con mi mujer.

- Alan Pauls, que estuvo trabajando este año en Princeton, dice que en Nueva York hay una actitud muy drástica de los mozos de los restaurantes, según la cual una vez que pagaste desaparecés, quedás extinguido como par. ¿Qué opinás?
- Cuando pagás ya terminaste con una transacción que se suponía que ibas a realizar. En Nueva York hay una pelea silenciosa por el espacio, es muy notorio, la gente vive en apartamentos pequeños, es una ciudad congestionada, todo muy denso, las mesas son pequeñas, los restaurantes y bares están siempre llenos. No diría que dejás de ser un ser humano, más bien son sitios donde está puesto muy de manifiesto que era simplemente una transacción. En la Argentina también hay instancias en que uno se despersonaliza. En la Argentina hay momentos de falta de conexión: todo lo que tiene que ver con la invisibilidad de los sectores postergados por parte de las clases medias y altas, la cuestión racial... Hay grandes momentos en que Buenos Aires se transforma en una máquina de discriminar.

- ¿A quién se discrimina en Buenos Aires?
- En especial a los villeros, a los que son llamados negros. Se los llama negros villeros.

- ¿Se discrimina más que acá?
- Aquí hay una segregación menos cínica. Aquí hay una discriminación pero en la medida que desde el Estado se le reconoce a uno la pertenencia a una minoría se articulan medidas para compensar, que son maneras de sincerar una serie de cosas, una manera de colocar al Estado en el punto donde está llamado a dirimir las cosas. En el modelo latinoamericano, que sigue el modelo francés, nos enseñan desde el colegio que hablar de diferencia racial es racista, entonces somos educados según valores respecto de los cuales toda señal de diferencia es racismo, pero vivimos en una sociedad que cotidianamente ejerce ese racismo. Eso es profundamente cínico. Aquí hay una forma de racismo admitido y eso es menos hipócrita, más razonable.

- Vos viviste muchos años en Venezuela, ¿qué es el fenómeno Chávez?
- Chávez representa un intento de restauración militar en América latina. No se lo ve en esos términos: habitualmente no te encuentras con ese tipo de diagnóstico, pero si uno ve la historia moderna de Venezuela, cuando en los años 60 y 70 los países latinoamericanos estaban plagados de gobiernos militares, en Venezuela había un sistema político más o menos estable, un sistema bipartidista, y recién cuando se produce cierta estabilización democrática en el continente es Venezuela la que se descompone completamente. El de Chávez es, además, un gobierno bastante inepto según sus propios presupuestos políticos y económicos: durante 11 años en el poder, en los que controla el Poder Legislativo, el Poder Judicial y toda la vida económica, ha mejorado casi nada los estándares de vida de las clases populares.

- Entonces, ¿por qué aún tiene consenso entre alguna parte de la población?
- Es muy carismático, produjo un corte muy profundo, le dio identidad a grandes sectores populares que no tenían identificación política, entonces el anclaje es muy fuerte. Pero es un gobierno muy despilfarrador. Despilfarrador de recursos económicos, de petróleo, pero también de recursos políticos, sociales, humanos; es visible cómo migran muchos profesionales de Venezuela. Es un gobierno despilfarrador en términos retóricos, de ahí esa profusión verbal que tiene Chávez. Uno de los signos más raros del chavismo es esa especie de dispendio que termina siendo absolutamente entrópico, un consumo voraz de palabras y petróleo. Durante muchos años de chavismo, el petróleo estuvo muy alto y entró mucho dinero y no ha habido un programa de reformas consistente con ese dinero que entró.

- ¿Y ves a los Kirchner como parecidos?
- En absoluto. El gobierno K es un gobierno suizo al lado de Chávez, no hay ni punto de comparación.

- Cuando saliste de la Argentina, ¿aún no tenías visibilidad como escritor?
- Cuando yo me fui de la Argentina, en mayo de 1990, hacía una semana que había salido mi primera novela, Lenta biografía, de manera que yo era escritor sólo para buena parte de mis amigos.

- ¿Habías tenido otros oficios?
- Sí, diversos oficios que llegan a componer una especie de simulacro de sueldo. Entre una y otra cosa te vas bancando.

- Justamente uno de los ejes temáticos de Roberto Bolaño, que es un boom aquí, es cómo se las rebusca un escritor para sobrevivir. ¿Pensás que Bolaño está sobredimensionado?
- Es difícil saber. La fuerza de los aparatos de promoción es tan grande que aun en el caso de la sobrepromoción eso produce un efecto de realidad frente al cual la idea de "sobre" está de más. Se ha convertido en una especie de ícono, de nueva versión de lo que tiene que ser el escritor latinoamericano visto desde parte de Europa o desde los Estados Unidos. Hay cosas de Bolaño que te pueden gustar más o menos, pero es más interesante como fenómeno. Bolaño pasa a ser una nueva versión de America latina legible, un amarre alrededor de cierta geografía. Mientras en otros escritores hay un registro personal y nacional, en Bolaño hay una identidad latinoamericana en la superficie del texto, en los 90 él trataba de representar a América latina como conjunto cuando nadie se preocupaba por hacerlo.

- ¿Qué libros te gustan de Bolaño?
- Hay algunos cuentos en Putas asesinas, y uno especialmente que se llama Lentos atardeceres en la tierra con el cual me engancho mucho, no es un tono con el que me sienta incómodo. No me gusta el Bolaño canchero, autosuficiente, arrogante. El Gaucho insufrible está entre lo que menos me gusta. Me gusta más el Bolaño sencillo, que intenta describir y contar una experiencia del pasado respecto de la cual no tiene mucha certeza, solamente una memoria un poco desleída.

- Tu literatura se inscribe en una búsqueda del erotismo del lenguaje, y en la Argentina podríamos pensar en dos tradiciones: una vinculada a Juan José Saer, que se ramifica hoy en día en Alan Pauls o en tu caso, y otra que estuvo más vinculada a Bioy Casares, que hoy se extendería por ejemplo en Guillermo Martínez, y que apunta más al argumento, a entretener al lector. Entretener al lector, ¿te parece algo irrelevante?
- Todos tratan de entretener al lector. Cualquier libro es un contrato de comunicación y la literatura debe ser persuasiva, en el sentido de que el lector debe creer que en lo que está leyendo anida alguna parte de verdad. Es una discusión que no me inspira mucho atractivo, básicamente porque hay autores que escriben de manera muy diferente de como escribo yo y que me gusta mucho leer, es el caso de Bioy Casares. No sé muy bien dónde está la diferencia. A lo mejor la diferencia radica no tanto en la primacía de la trama, sino en cómo se representan los matices. Puede haber literaturas que no le dan importancia al argumento, divagantes, reflexivas, morosas, que desprecian el avance de la acción, y puede ocurrir que esas literaturas estén escritas a espaldas de los matices. Una buena literatura tiene que ser una literatura que se proponga traducir su visión del mundo en términos de matización de la realidad, no de blanco y negro, una literatura que no te diga esto es así, yo lo entiendo, entonces aquí te estoy ofreciendo un pedazo de realidad claro. No me gusta lo asertivo en la literatura, ni los escritores que están muy seguros de sí mismos. La literatura es mejor cuando alude a la realidad y no cuando la interpreta.

- Vos en tus libros no te planteas una historia.
- No me planteo una historia, es verdad, me planteo una serie de puntos, de temas, escenas casi teatrales que me parecen ricas para explorar.

- En tu novela El Aire, que es de 1992, ¿el tema es la espera?
- El tema es la espera, el tema es el abandono, el amor, la pareja, Buenos Aires. No me gustan las novelas que tienen un único tema.

- ¿Por qué el personaje de El Aire tenía obsesión por medir todo?
- Porque era una manera de creer que tenía controlada una realidad que se le escapa, una realidad que se desmorona, era una manera de apresarla. Buenos Aires es una ciudad que se está disgregando…

- Allí aludís a la tugurización de los techos de Buenos Aires. ¿Eso lo viste en algún lugar?
- Era completamente anticipatorio del menemismo. El último departamento donde viví en Buenos Aires, en San Cristóbal, era un sexto piso y veía edificios más bajos que poco a poco iban poblándose de viviendas precarias en los techos.

- ¿Qué pensás de los escritores como Haroldo Conti o Paco Urondo, que en los 70 casi podríamos decir que abandonaron la literatura por la militancia?
- No sé si la abandonaron. No sabemos, si hubieran seguido vivos, si habrían regresado a la literatura. A mi me interesa cómo se traduce eso en la literatura. Conti es un escritor fascinante, tiene novelas como Sudeste, como En vida, o cuentos como Todos los veranos, que son muy buenos. Mascaró es una novela bastante fallida, pese a que se la levanta porque vendría a representar una veta alegórico política. A mi me interesa qué se produce en el escritor cuando la serie política parece intervenir su literatura. Rodolfo Walsh privilegia la literatura testimonial, periodística, por una suerte de compromiso político, pero si lees sus diarios ves que siempre lo acompaña una culpa o una nostalgia por no haber escrito la novela burguesa, como la llamaba él, una novela como las de Cortázar. Ese gesto me gusta observar y analizar, porque probablemente si Walsh se hubiera puesto a escribir una novela burguesa le habría salido mal: él estaba llamado a escribir ese tipo de textos testimoniales.

- ¿Qué estás escribiendo ahora?
- Estoy escribiendo varias cosas a la vez. Pero estoy dándole más importancia a una novela que se llama La experiencia dramática. Hay algunos autores que no quieren decir los títulos porque tienen miedo de que se desmorone todo, a lo mejor tienen razón y después de este momento yo voy a estar completamente bloqueado para seguir escribiendo por haber confesado el nombre.
© LA GACETA

Marcelo Gioffré -
Abogado, periodista y escritor.

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