domingo, enero 23

“Los blogs y Facebook se parecen más a diarios íntimos que a revistas literarias”

Por Belén Aliberti,

Abelardo Castillo vive en Buenos Aires, ciudad en la que, pese a lo

que cree la mayoría de sus lectores, nació el 27 de marzo de 1935.

En pleno centro porteño, comparte con Sylvia Iparraguirre, su mujer,

una elegante casa de techos altos y muebles antiguos.

En la entrada, una esclarea. Y en el piso de arriba, dos sillones

savonarola que custodian un tablero de ajedrez; juego que

despierta la pasión del escritor.

Vistiendo una remera de Edgar Allan Poe y sentado en un confortable sillón

bordó, Castillo le cuenta a TN.com.ar qué opina de las nuevas tecnologías,

dónde piensa que se da hoy el encuentro reflexivo que antes tenía lugar

en las revistas literarias, cuáles fueron los autores que más lo marcaron

y qué significa ser escritor.

-De Sur hasta Contorno, pasando por Punto de vista y por las revistas en

las que usted formó parte (El Grillo de Papel, continuada por El Escarabajo

de Oro, y El Ornitorrinco): Esos cruces que antes tenían lugar en

las revistas literarias, ¿dónde se dan hoy?

-“No se dan realmente o tal vez se den en ciertas tertulias donde los

chicos intercambian sus textos. Sin embargo, son tantos los

jóvenes que están como diseminados y es como si no tuvieran un

contacto real el uno con el otro. Las revistas, en cambio, fueron

esenciales para la Literatura. Hoy eso se ha perdido.

Se podría decir que se las está reemplazando a

través de los blogs o de Facebook, pero yo lo dudo

bastante. En realidad, esas publicaciones son

exposiciones muy individuales; en general, parecen

más diarios íntimos que el encuentro reflexivo que se

daba a través de las revistas”.

-Hablando de las nuevas tecnologías, ¿cómo piensa que internet

influye en la labor de un escritor?

-“No sé hasta qué punto los cambios tecnológicos pueden influir

en la tarea del escritor. Creo que en algunos influye más y

en otros menos y que, particularmente, le es más útil a un

ensayista que a alguien que hace ficción porque,

en realidad, lo que internet facilita es el acceso a ciertos

datos. En mi caso, por ejemplo, cuando escribí la novela

El evangelio según Van Hutten, me permitió saber cuál

era la cantidad de cristianos que había en el mundo; cifra

que no había podido encontrar en ninguna enciclopedia.

Ahí entendí para qué está hecha internet; no está hecha

para el conocimiento sino para la información”.

Sylvia entra sonriente al living, con dos cafés y galletitas.

Dulce y amable, resulta simple entender por qué esa

señora rubia cautivó el corazón del escritor.

A ella, Abelardo le dedica todos sus cuentos: “Los ya escritos y los

que aún quedan por escribir pertenecen a un solo libro

incesante y a una mujer. A Sylvia”.

Y también por ella, confiesa, dejó el alcohol, vicio que lo acompañó

hasta sus 40 años. “Un día tomé la decisión y lo logré. Sylvia no creía

que iba a dejarlo pero lo hice y me fue fácil porque aunque

era alcohólico, no me gustaba la bebida sino el efecto que

ella producía en mí”, recuerda el intelectual. Según cuenta,

tomó la decisión durante el verano de 1974, en San Pedro,

ciudad ubicada a 164 kilómetros de Buenos Aires, en la que

se crió Abelardo y donde, actualmente, vive su familia.

Las huellas de Arlt, Borges y Marechal

A pocos días de cumplir 76 años, Abelardo sigue dedicando sus noches a

pluma y, pese a ser él uno de los escritores más reconocidos de Latinoamérica,

admite que la labor del literato no se valora.

“No creo que el trabajo del escritor tal como yo lo entiendo esté valorado

y tampoco sé si es necesario que lo esté porque la escritura no es

un oficio. No se trabaja de escritor, se es escritor”, explica.

Y ese camino, entiende, empieza a recorrerse de chico:

“Los libros que más nos marcan son los que leemos en

nuestra adolescencia”.

En su caso particular, Edgar Allan Poe y Jean-Paul Sartre son quienes

más la influenciaron. Y, entre los escritores del Siglo XX, destaca

la injerencia que sobre él tuvieron Roberto Arlt,Jorge Luis Borges

y Leopoldo Marechal.

Castillo advierte, sin embargo, que el hábito se adquiere de chico:

“La lectura no se puede incentivar desde las grandes novelas,

sino que empieza realmente con las revistas de historietas

y los libros de aventura”. Por eso, sostiene, la tarea de incentivar

la lectura es hoy en día aún más complicada porque todo eso

“parece haber sido reemplazado por la computadora”.


VIA

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