Mientras la Argentina gozaba las mieles de ser el granero del mundo, tiraba manteca al techo y preparaba los fastos del Centenario, Roberto Payró decidió emigrar: en 1907 dejó el país y, a contramano de miles de personas, se instaló a vivir en Europa. Durante las siguientes dos décadas, se convirtió en un agudo y perspicaz corresponsal, capaz de encontrar en los hechos más locales un interés para el lector argentino y de cubrir con valentía, originalidad y precisión las atrocidades de la Primera Guerra Mundial. Buena parte de ese material acaba de ser recopilado en las 1300 páginas de Corresponsal de guerra (Biblos), un libro que tiene tanto para decir de aquel pasado como de temas tan contemporáneos como los medios de comunicación, el rol del periodismo, el estilo literario en la prensa y el modo de buscar y encontrar lectores.
Cuando el país era un caldo de nacionalidades en continua mezcla y ebullición, Roberto Payró decidió emigrar a Europa junto a su familia. Corría el año 1907 y pronto explotaría el albor del centenario. El escritor y periodista a quien efectivamente ocupaban los asuntos argentinos atravesó el período de cumpleaños oficial del país nuevo en el viejo continente, debido a su intención de darles una educación europea a sus hijos, según dice el nieto del autor, Roberto Pablo Payró, sumado a la inesperada aparición de una herencia familiar y a una cierta desilusión de su entorno nacional.
Primero en Barcelona y luego en Bélgica, su condición de corresponsal en tierras lejanas le permitió enfocar con la claridad de una lupa ciertamente distante. Pero no sólo –y no tanto– a la Argentina. La lupa, fiel a aquella doble mirada que proponía Echeverría, tenía un ojo en el progreso de las naciones y uno, a su modo, en las entrañas argentinas. La distancia dio frutos como escritor, si pensamos en una novela de mirada cítrica como Las divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (publicada en 1910), y como periodista, tal como demuestra la monumental compilación de cartas, diarios y relatos, a cargo de Martha Vanbiesem de Burbridge, enviadas por Payró al diario La Nación entre 1907 y 1922 y publicadas recientemente bajo el título de Corresponsal de guerra.
Antes de llegar a sus arduos relatos de la Primera Guerra Mundial, donde ya se observa más cercanía con el país en el que residía, muchos de sus escritos dibujan el avatar europeo y también el argentino, postulando un abanico temático muy abierto en el que se lee un criterio periodístico pertinente en función de sus lectores argentinos, a quienes tiene en cuenta de manera explícita pero no exagerada, aludiendo a ellos como receptores de sus trabajos. Eso no es poca cosa: la mayoría de estas crónicas, las de sus primeros años en el exterior, pueden referirse a la travesía a bordo del Argentino que lo traslada de Buenos Aires a Europa, al mercado de frutas de Convent Garden en Londres, a la ciudad de Roquefort y al proceso de fabricación del queso que allí se explota. También, un artículo relativo a cómo hacerse de un aparato crítico frente a la idiosincrasia de un país que desconoce, como España (respuesta: trascribiendo un nutrido y complejo diálogo alrededor de la coyuntura con un periodista español). Un aparato que, además de la vida misma en el lugar, le habrá servido para describir con lujo de detalles lo que fue la Semana Trágica barcelonesa, retratando con minucia cómo una huelga pacífica en contra de la guerra en Africa –apoyada incluso por los patrones, que concedieron las horas– se convirtió en una revuelta de fuerte sesgo anticlerical, con conventos incendiados y caos generalizado.
Por más pintoresca, pequeña y colorida que parezca al principio una de estas historias de Payró, goza de un motivo por el cual se convierte en un artículo publicable y no una digresión de un bon vivant con contactos de elite. Su impronta periodística tiene algo de juramento hipocrático. De modo que sus viajes en barco terminan siendo un registro histórico apasionante que muestran no sólo cómo era el gran navío que soporta la travesía sino quién conforma el elenco a bordo, como por ejemplo, cuenta, europeos que fueron a hacerse “la argentina” durante la época de cosecha y vuelven a vivir holgadamente durante varios meses en sus casas europeas. Acompañan los relatos de viaje incisivos apuntes en todas las escalas, o historias chiquitas y curiosas como qué hacer con un hombre que no resistió su enfermedad y murió en altamar.
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