Una historia sin fin
Los cinco sonetos que se le atribuyen a Jorge Luis Borges ya tienen vida propia, un camino de intrigas con más de 24 años recorridos. Nadie sabe cuándo fueron escritos, aunque ahora Harold Alvarado Tenorio diga que le pertenecen y que los escribió él, para hacer una broma, en 1985. Han aparecido decenas de veces publicados en revistas y medios diversos. Y entre todas estas asomadas, la más antigua es el cuadernillo de Jaime Correas, que vio la luz en Mendoza en 1986. Hasta allí los había llevado Franca Beer. Su compañero, Guillermo Roux, contó en estas páginas cómo Borges le entregó a su mujer los poemas. De ese cuadernillo los tomó la revista Semana y de ésta los copió el padre de Héctor Abad, asesinado en Medellín, en 1987, con el poema en el bolsillo. Una historia que también contó Clarín. Cerca, en la vecina Bogotá, Tenorio publicó los poemas junto a un ensayo suyo, pero ya en los noventa. Allí decía que eran de Borges, cosa que ahora niega en la misma Bogotá y aturdido por el ruido de la polémica. Hoy los sonetos están en todos lados, buscando a su autor. La historia tiene muchos inicios, ¿pero tendrá un fin?
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