(pintura de: Norman Rockwell)
Por este hombre de manos como nidos yo recorrí todos los caminos,
caí en los precipicios, me zambullí en los lagos y en los mares,
me volví loca de sed en los desiertos,
me abracé en el trópico, fui enceguecida por el reflejo de la luz sobre las nieves perennes.
Por este hombre de frecuente sonrisa blasfemé, grité, mordí,
Por este hombre de frecuente sonrisa blasfemé, grité, mordí,
me diferencié bien poco de las bestias.
Por este hombre de tranquilos gestos llegué a pensar que Dios era mentira.
Por este hombre que miraba asombrado la tristeza en mi rostro.
Por este hombre que no entendía el motivo de mis llantos.
Por este hombre que huía de mis explosiones
Por este hombre de tranquilos gestos llegué a pensar que Dios era mentira.
Por este hombre que miraba asombrado la tristeza en mi rostro.
Por este hombre que no entendía el motivo de mis llantos.
Por este hombre que huía de mis explosiones
y se encerraba en un sueño que lo aislaba de mi dura realidad.
Por este hombre yo he pasado noches levantadas, maquinando venganza al mirarlo dormir como si nada de mí le interesara.
Por este hombre conocí las luciérnagas que se encienden en la sangre
Por este hombre yo he pasado noches levantadas, maquinando venganza al mirarlo dormir como si nada de mí le interesara.
Por este hombre conocí las luciérnagas que se encienden en la sangre
y producen una hoguera en el territorio del cuerpo enamorado.
Y aprendí también a castigar diciéndole que no.
Y aprendí la soledad, el empecinamiento, la rabia, la rutina, la garganta ahogada,
Y aprendí también a castigar diciéndole que no.
Y aprendí la soledad, el empecinamiento, la rabia, la rutina, la garganta ahogada,
los celos, la desconfianza, el miedo, los reproches, las espinas, la sal.
Por este hombre conocí la bruma, la oscuridad, la asfixia.
Por este hombre no me quedé quieta desde el día en que decidimos intentar todo juntos.
No tuve reposo, ni quietud.
No tuve tiempo para otra cosa que no fuera exigirle, exigirme, pedirle, darle, quitarle, obligarlo a recibir.
Por este hombre de voz pausada y ojos comprensivos ya no me queda nada por conocer.
Todas las tramas, todas las redes, todas las cadenas, todos los matices.
Y soy una mujer igual a todas.
Y él un hombre muy parecido a todos.
Y la nuestra, una historia que se repite a diario, una historia que se escucha y se huele detrás de las puertas cerradas y las persianas bajas.
Por este hombre no me quedé quieta desde el día en que decidimos intentar todo juntos.
No tuve reposo, ni quietud.
No tuve tiempo para otra cosa que no fuera exigirle, exigirme, pedirle, darle, quitarle, obligarlo a recibir.
Por este hombre de voz pausada y ojos comprensivos ya no me queda nada por conocer.
Todas las tramas, todas las redes, todas las cadenas, todos los matices.
Y soy una mujer igual a todas.
Y él un hombre muy parecido a todos.
Y la nuestra, una historia que se repite a diario, una historia que se escucha y se huele detrás de las puertas cerradas y las persianas bajas.
la historia que comienza a entretejerse cuando los platos de la mesa quedan limpios
y los niños se duermen.
La historia con iniciales de cansancio, que a cada uno le parece única, irrepetible, diferente.
Es la historia de la falta de tiempo para estar juntos.
La historia con iniciales de cansancio, que a cada uno le parece única, irrepetible, diferente.
Es la historia de la falta de tiempo para estar juntos.
La historia del cansancio y el sueño.
La historia de ser jóvenes y tener que luchar por el futuro.
Y él no entiende por qué una es tan dramática.
Y él no entiende por qué una le da importancia a cosas pequeñitas como el olvido de una rosa.
Y una lo ve un monstruo frío, sin compasión ni sentimientos.
Y él la ve a una imposible, incapaz de aceptarlo, de conocerlo.
Y él no entiende por qué una es tan dramática.
Y él no entiende por qué una le da importancia a cosas pequeñitas como el olvido de una rosa.
Y una lo ve un monstruo frío, sin compasión ni sentimientos.
Y él la ve a una imposible, incapaz de aceptarlo, de conocerlo.
Y el orgullo de ambos, el empecinamiento, la fatiga, las heridas constantes van dibujando un límite que separa...; primero puntos suspensivos, como los de los mapas; después, un hilo de agua; por fin, una montaña.
¿Y dónde están los que una vez sintieron que no podían vivir separados?
¿Dónde están los que temblaban cuando sus manos se rozaban apenas?
¿Dónde están los que recibían la madrugada conversando?
Allí, a cada lado de la montaña, solos.
Cuestión de dar un paso y voltearla.
Cuestión de hacer caer la piedra con los llantos.
Cuestión de desviar el curso de los ríos para que la echen abajo.
Sólo bastó que yo le entregara mis ojos mansamente y lo dejara mirarme en ellos.
Que se ablandara mi tensión, y mi cuerpo reconociera en él al dios, al mago.
Que refloreciera mi ternura.
Que dejara fluir naturalmente mis palabras, mis pensamientos, mis ganas.
Por este hombre de manos como nidos.
Por este hombre de tranquilos gestos.
Por este hombre de voz pausada y ojos comprensivos, conozco la felicidad, la paz,
la suerte de haber llegado a un puerto sin tormentas, a una orilla de luz,
a una permanente construcción, a un encuentro en el que nos reconocemos
y nos necesitamos.
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