El mar que estaba en mí, antes de ahora; el mar que estuvo siempre, sin fatigas, el mar que arroja a playas enemigas, aquel mar que enceguece o que devora. Siguió creciendo en mí, hora tras hora, con su horizonte grávido de espigas, sus olas acechantes o mendigas. También, con sus mareas a deshora. Pero ya no. Ya no. Y estoy vacía, vacía de esa sangre que latía como una herida por la sal cubierta o un eco al disolverse en las arenas. ¿Y el mar? Borbota y sube por las venas para rugir en mí. Yo estoy desierta. |
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