Solo tú y yo sabemos
lo que ignora la gente
al cambiar un saludo
ceremonioso y frío,
porque nadie sospecha
que es falso tu desvío,
ni cuánto amor esconde
tu gesto indiferente.
Solo tú y yo sabemos
por qué mi boca miente
relatando la intriga
de un fugaz amorío;
y tú apenas me escuchas,
y yo no te sonrío.
Y aún nos arde en los labios,
algún beso reciente.
Solo tú y yo sabemos
que existe una simiente
germinando en la sombra
de este surco vacío,
porque su flor profunda
no se ve, ni se siente.
Y así son dos orillas
tu corazón y el mío,
pues, aunque las separa la de un río,
por debajo del río
se unen secretamente.
J. A. Buesa
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