jueves, marzo 15

MADRUGADA DEL 76

La venda en la mirada le acechaba al miedo.
Los pasos rìtmicos, que pisoteaban la vereda con fuerza,
le repiqueteaban en su cerebro cansado.
Sentìa la boca pastosa,

como si toda la inmovilidad del mundo

la tuviera en el cuerpo.
Adivinò la llave en la puerta.
Y con un empujòn desdeñoso y frìo,

supo que la habìan dejado sola.
Las manos ateridas, frìas, lastimadas,

quitaron el trapo sucio de sus ojos.
No habìa ventanas.
En el piso un colchòn flaco y mugriento como ùnico descanso.
Por el agujero con rejas de la puerta,

penetraba un hilo de claridad.

Las paredes descascaradas, pintura añeja, amarillenta,

colgando en pedazos fantasmales.-
Escuchaba las voces lejanas.
Sentìa el latido del corazòn atropellado en cada milimetro de la piel.
Sin nociòn de las horas transcurridas, en el silencio pesado que la hundìa, sumergiò su miedo en los recuerdos.
Le aleteaba el vientre pròdigo, con la semilla ignorada de su herencia.
Los planes del casamiento se transformaban en figuras deformadas,
Su madre. Los hermanos pequeños.
El amor de su vida.
Se acordò de esa madrugada extraña,
cuando corrìan llorando y escondìan libros, folletos,
y en la radio sonaba incesante una marcha militar.
De cuando entraron sin permiso,
y dieron vuelta las bibliotecas, las camas.
Cuando le sacaron su reloj, los libros, la medalla de egresada
y en una voltereta burlona y àcida la obligaron a subir,
la rodearon, la dejaron.
Tuvo miedo. Terror.
Hundìa sus manos de uñas carcomidas
en la forma aùn oculta de la panza.
Sabìa. Habìa escuchado.
Se comentaba por los rincones oscuros y callados
de los que quedaron sin voz.-
No supo cuando se quedò dormida.
Llorando en silencio.
Tampoco sintiò el ruido metàlico de la puerta que se abrìa.
Puede irse, señorita. Fue un error.
Estaba en el lugar y el momento equivocado.
Sintiò el golpe caliente del sol sobre sus ojos.
Abrazo la vida.
Y naciò su hija.
Y tuvo nombre.
Y tuvo raìces.
Y tuvo suerte.
Y siguiò viviendo.
autora:Mònica Figueroa
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